Señor amado, venimos ante ti con corazones dispuestos, reconociendo que tu palabra a las siete iglesias no fue solo para ellas, sino también para nosotros hoy. Tú conoces nuestras obras, nuestras intenciones y nuestras debilidades. Perdónanos por las veces en que hemos perdido el primer amor, por nuestra tibieza espiritual, por tolerar lo que tú aborreces y por no guardar con fidelidad tu palabra.

Enséñanos, Padre, a ser una iglesia como tú deseas: llena de amor, fe, servicio, perseverancia y verdad. Danos oídos para oír lo que el Espíritu dice a la iglesia en este tiempo. Líbranos de la indiferencia, del orgullo y de la rutina espiritual. Que no nos conformemos con tener fama de estar vivos, si estamos muertos por dentro.

Que cada día vivamos con un anhelo de agradarte, escucharte y obedecerte. Haznos vencedores, como prometiste a cada una de esas iglesias, y prepara en nosotros un corazón dispuesto a arrepentirse, crecer y servir con integridad.

En el nombre de Jesús, amén.